jueves, 12 de marzo de 2015

Jesús está vivo - Padre Emiliano Tardif Parte I


A mis hermanos en Cristo.


En forma paulatina publicaré los relatos del Padre Emiliano Tardif, canadiense, pero creo mejor transcribir las palabras de un familiar:


"Es verdad, Emiliano Tardif murió en San Antonio de Arredondo, en aquel tiempo pertenecía a Carlos Paz, Córdoba, Argentina, ahora es ciudad, en el ex convento de las hermanas franciscanas que ahora es una Residencia Franciscana donde se hacen retiros, precisamente predicando un retiro para sacerdotes.

En una palabra murió de pié trabajando para el Señor. Yo lo escuché muchas veces predicar que somos nada más que el burro que llevaba a Jesús a los hermanos así que hice una canción del burro. Si soy capaz de grabarla, aunque sea precariamente te la mando.

Con Gabriel regalamos más de 40 libros y también prestamos muchas veces el nuestro.

Cuando mi papá estaba internado porque lo habían operado del cáncer que tenía en la boca, en la cama del lado había un hombre joven muy grave.

Yo le presté el libro y justo le dieron de alta a mi papá así que me resigné a perder el libro que tantas veces había prestado y tantas veces me habían devuelto, (el libro tenía mi dirección escrita).

La cuestión es que pasado como un año, un día llegó a casa un sobre sin remitente y dentro el libro.

Nunca supe que pasó con el muchacho pero me asombró que el libro del Padre Tardif ¡SIEMPRE VOLVIÃ?!"


Sin palabras.


Espero que sea de vuestro agrado, no puedo publicar entero, tengo que corregirlo, tiene errores de ortografía y gramáica, y algunas frases están sin separación en sílabas.


arifio


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JESÃ?S ESTÃ? VIVO

Padre Emiliano Tardif

PRESENTACIÃ?N



Es imposible dejar de hablar de lo que se ha visto y oído. Es justo, digno y necesario, levantar la voz a todo el mundo proclamando algunas de las maravillas que el Señor ha hecho en estos últimos años.

Estas líneas son una alabanza y una acción de gracias de todos los que de alguna manera hemos sido beneficiados por la gracia de Dios a lo largo de este ministerio de evangelización acompañado de signos, milagros y curaciones.

Esto es un testimonio. El Evangelio, antes de consignarse por escrito fue proclamado y aún antes vivido.

Atrás de estas líneas late viva la proclamación del evangelizador; casi podemos escuchar la voz del predicador; pero sobre todo, podemos encontrarnos con Aquel que es el evangelio mismo: Cristo Jesús que es el mismo ayer, hoy y por siempre.

El es el centro de estos renglones. El padre Emiliano Tardif es sólo como el burrito del Domingo de Ramos a quien le ha tocado la suerte de llevarlo por los cinco continentes. Como al pollino de Betfagé lehan tocado a veces mantos de flores como en Tahití pero también cárceles y persecuciones como en el Congo. Lo importante no es el vaso de barro sino el tesoro que lleva dentro: el mismo Jesucristo.

Este no es algo técnico para aprender a orar por los enfermos, sino el testimonio de que nuestro Dios sana hoy a sus hijos enfermos. Tampoco es de curación sino de evangelización. Es un grito que se levanta dando esperanza a todos aquellos que se atreven a creer que el Jesús que murió en la cruz ha resucitado y está vivo; y por tanto,todo es posible.

¿Qué de extraño tiene que nuestro Dios haga maravillas si El es un Dios maravilloso?

En fin, lo que menos necesitan estas letras es una introducción o presentación.


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1 - TUBERCULOSIS PULMONAR




En 1973, yo era provincial de mi Congregación, Misioneros del Sagrado Corazón,en la República Dominicana.

Había trabajado demasiado, abusando de mi salud en los 16 años que tenía como misionero en el país.

Pasé mucho tiempo en actividades materiales,construyendo iglesias, edificando seminarios, centros de promoción humana, de catequesis, etc.

Siempre estaba buscando dinero para edificar casas y para dar alimento a nuestros seminaristas. El Señor me permitió vivir todo ese activismo y, por el exceso de trabajo, caí enfermo.

El 14 de junio de ese año en una asamblea del Movimiento Familiar Cristiano me sentí mal, muy mal.

Tuvieron que llevarme inmediatamente al Centro Médico Nacional. Estaba tan grave que pensaba que no podría pasar la noche. Creí realmente que me iba a morir pronto.

Muchas veces había meditado sobre la muerte y predicado sobre ella, pero nunca había hecho el ensayo de morirme, y esto no me gustó.

Los médicos me hicieron análisis muy detenidos, detectándome tuberculosis pulmonar aguda.

Al ver que estaba tan enfermo pensé volver a mi país, Quebec, Canadá, donde nací y vive mi familia.

Pero estaba tan delicado que no podía hacerlo entonces. Tuve que esperar quince días bajo tratamientos con reconstituyentes, para realizar el viaje. En Canadá me internaron en un centro médico especializado donde los médicos me volvieron a examinar, pues querían estar bien seguros de cuál era mi enfermedad.

El mes de julio se lo pasaron haciendo análisis, biopsia, radiografías, etc. Después de todos estos estudios, confirmaron de manera científica que la tuberculosis pulmonar aguda había lesionado gravemente los dos pulmones. Para animarme un poco me dijeron que tal vez después de un año de tratamiento y reposo podría volver a mi casa.

Un día recibí dos visitas muy peculiares.
Primero llegó el sacerdote director de la Revista "Notre Dame" quien me pidió permiso de tomarme una fotografía para el artículo:

"Cómo Vivir con su Enfermedad".aún él no se despedía cuando entraron cinco seglares de un grupo de oración de la Renovación Carismática.

En República Dominicana me había burlado mucho de la Renovación Carismática, afirmando que América Latina no necesitaba don de lenguas sino promoción humana, y ahora ellos venían a orar desinteresadamente por mí.

Estas visitas tenían dos enfoques totalmente diferentes:
El primero para aceptar la enfermedad.
El segundo para recobrar la salud.

Como sacerdote misionero pensé que no era edificante rechazar la oración. Pero, sinceramente, la acepté más por educación que por convicción.

No creía que una simple oración pudiera conseguirme la salud. Ellos me dijeron muy convencidos:- Vamos a hacer lo que dice el Evangelio: Impondrán las manos sobre los enfermosy éstos quedarán sanos.

Así que oraremos y el Señor te va a sanar.
Acto seguido se acercaron todos a la mecedora donde yo estaba sentado y me impusieron las manos. Yo nunca había visto algo semejante y no me gustó. Me sentí ridículo debajo de sus manos y me daba pena con la gente que pasaba afuera y se asomaba por la puerta que se había quedado abierta.

Entonces interrumpí la oración y les propuse: - Si quieren, vamos a cerrar la puerta... - Sí, padre, cómo no, - respondieron.

Cerraron la puerta, pero ya Jesús había entrado.
Durante la oración yo sentí un fuerte calor en mis pulmones. Pensé que era otro ataque de tuberculosis y que me iba a morir. Pero era el calor del amor de Jesús que me estaba tocando y sanando mis pulmones enfermos.

Durante la oración hubo una profecía. El Señor me decía. "Yo haré de ti un testigo de mi amor". Jesús vivo estaba dando vida, no sólo a mis pulmones sino a mi sacerdocio y a todo mi ser.

A los tres o cuatro días me sentía perfectamente bien. Tenía apetito, dormía bien y no había dolor alguno. Los médicos estaban preparados para comenzar inmediatamente el tratamiento.

Sin embargo, ningún medicamento les respondía de acuerdo a mi supuesta enfermedad.

Entonces mandaron traer unas inyecciones especiales para gentes cuyo organismo no es normal, pero tampoco hubo reacción alguna. Yo me sentía bien y quería regresar a casa, pero ellos me obligaron a pasar el mesde agosto en el hospital buscando por todos lados la tuberculosis que se les había escapado y no podían encontrar.

Al final del mes, después de muchos experimentos el médico responsable me dijo:

- Padre, vuelva a su casa. Usted está perfectamente, pero esto va en contra de todas nuestras teorías médicas. No sabemos lo que ha pasado. Luego, encogiendo los hombros, añadió:- Padre, usted es un caso único en este hospital.- En mi Congregación también -le respondí riendo.

Salí del hospital sin recetas, medicinas ni cuidados especiales. Me fui a casa pesando sólo 50 kilos.

El hospital que me iba a curar de tuberculosis me estaba matando de hambre. Quince días después apareció el número 8 de la Revista "Notre Dame". En la página cinco estaba mi fotografía del hospital: sentado en la célebre mecedora, con sondas, cara triste y mirada pensativa.
Abajo de la fotografía decía: â??El enfermo debe aprender a vivir con su enfermedad, acostumbrarse a las alusiones veladas a las preguntas indiscretas, y a los amigos que ya no volverán a mirarlo de la misma manera".

Pero mi salud echó a perder su número. El Señor me había sanado. Mi fe era muy pequeña, tal vez del tamaño de un grano de mostaza, pero Dios era tan grande que no había dependido de mi pequeñez. Así es nuestro Dios. Si estuviera condicionado a nosotros, no sería Dios.
De esa manera yo recibí en carne propia la primera y fundamental enseñanza para el ministerio de curación: El Señor nos sana con la fe que tenemos. No nos pide más, sólo eso.

El 15 de setiembre asistí a la primera reunión de oración carismática de mi vida. Ni sabía lo que era eso, pero fui, puesto que me había curado y las personas que habían orado por mí me pidieron que diera el testimonio de mi sanación.

Comencé a trabajar un poco ese mes de setiembre y le escribí a mi superior para que el año que yo debía estar hospitalizado me permitiera pasarlo estudiando la Renovación Carismática en Canadá y Estados Unidos.

Me dio permiso y fui a los centros más importantes de Quebec, Pittsburg, Notre Dame y Arizona.

Recuerdo que estaba en Los Angeles celebrando misa con mi sobrina y un amigo.
Después de leer el Evangelio en francés quise comentarlo, pero pasó algo muy curioso:sentí como que la mejilla se me adormecía y comencé a hablar algo que no entendía. No era ni francés, ni inglés, ni español. Cuando terminé de hablar, exclamé sorprendido:- No me digan que voy a recibir el don de lenguas.

Eso es lo que tú ya recibiste, tío -respondió mi sobrina-. Tú estabas hablando en lenguas. Tanto que yo me había burlado del don de lenguas y el Señor me lo regaló en el momento en que iba a predicar. Así descubrí ese don tan hermoso del Señor.

HASTA AQUÃ? PARTE I


Fuente: Sitio español en internet Libros Escritos (texto de página en inglés):

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