domingo, 15 de marzo de 2015

Cóndor, el cohete argentino que dejamos morir


Cóndor, el cohete argentino que dejamos morir
Nacido como un plan de defensa durante la última dictadura militar, el Cóndor fue el primer proyecto espacial argentino. Se trataba de un cohete MRBM (misil balístico de alcance medio) propulsado por combustible sólido, capaz de llevar una carga útil de 500 kilos hasta unos 1000 kilómetros de altura.
condor
Más allá de su potencialidad bélica, el proyecto surgió de la idea de poner en órbita baja ciertos tipos de satélites, y un desarrollo posterior hubiera permitido, en teoría, dar como resultado un vector adecuado para elevar cargas más grandes a mayor altura.

Lamentablemente, a principios de la década del 90, el cohete quedó reducido a bloques de chatarra, en un acto de destrucción que se llevó a cabo en una base norteamericana, a miles de kilómetros de los técnicos, científicos y militares que le habían dado vida.

La historia de Cóndor (o mejor dicho, de su destrucción) sigue aún hoy siendo un misterio. En ella se entremezclan vendedores de armas, traficantes de tecnología, financistas, agentes secretos, militares y científicos, que participaron en lo que â??hasta hace pocos años- constituía el punto más alto del esfuerzo que hizo la Argentina por estar presente en un emprendimiento de defensa con amplias proyecciones civiles.

Argentina en los inicios de la carrera espacial

Desde que Rusia logró poner en órbita al Sputnik en 1957, todos los países poseedores de tecnología (ya sean solos o asociándose) intentaron ingresar a la carrera espacial. Nuestro país no fue la excepción y asumió el desafío de conquistar la nueva frontera: el espacio.

En 1979, La Fuerza Aérea Argentina y la empresa del estado alemán Consen (subsidiaria de la firma Messerschmitt-Bölkow-Blohm) acordaron comenzar a trabajar en la construcción de un cohete en Argentina, con aplicaciones tanto en el campo militar, como -potencialmente- en la puesta en órbita de satélites.

A fines de ese año comenzó la construcción del artefacto en la fábrica militar de Falda del Carmen, en la provincia de Córdoba. Esta planta fue hecha cumpliendo con los estándares más altos de calidad y seguridad, y hasta su desmantelamiento (en el año 1992) fue una de las instalaciones militares más secretas de la Argentina.

El mayor impulso del proyecto se produjo en 1982, durante la Guerra de Malvinas: el conflicto bélico con los ingleses le dio un empuje decisivo al objetivo de lograr una posición independiente en materia de tecnología misilística, ya que le demostró a los militares de la última dictadura argentina los riesgos de depender de terceros países en la provisión de tecnología.

Para cuando la guerra terminó, el proyecto ya llevaba tres años de avances y ensayos sobre la base de la propuesta alemana, que estaba en sintonía con las necesidades de los militares argentinos. Pero también obedecía a una necesidad de los europeos de avanzar con un contrato previo que tenían con Egipto para la construcción de misiles.

Otras versiones indican que la empresa Consen consiguió que los egipcios financiaran el proyecto con posterioridad, cuando a la Fuerza Aérea se le habían acabado los fondos a fines de 1984 y principios de 1985.

Aún hoy, habiendo pasado muchos años y diversas investigaciones periodísticas, no se sabe cuál de las dos versiones es cierta. Sin embargo, el hecho concreto es que, en un momento determinado, el proyecto de construcción del Cóndor continuó con la financiación egipcia, y con la empresa Consen haciendo de intermediaria entre las dos puntas.

Pero ¿Por qué Egipto accedería a financiar un proyecto misilístico argentino? La razón sería que, desde el fin de la Guerra de los Seis Días la nación africana había buscado (con suerte diversa) proveerse de misiles, afrontando el mismo problema que la Argentina había tenido luego de Malvinas, la que lo convertía en un socio ideal para el país. Otras fuentes, sin embargo, sostienen que la verdadera fuente de financiación detrás de Egipto era Arabia Saudita.

Años más tarde, Estados Unidos comenzó a presionar por la terminación del proyecto, al señalar a Irak. Esta es la versión que, en el año 2000, sostuvo Robert Walpole, oficial de la CIA, en su declaración ante el Subcomité de Seguridad Internacional del Senado de Estados Unidos. Walpole fue uno de los agentes que fueron presentados como â??científicosâ?? por el gobierno norteamericano a efectos de inspeccionar, en 1991, la fábrica cordobesa de Falda del Carmen.

Si bien estas versiones difieren en cómo fueron los hechos, existen varios puntos en las que todas concuerdan: en el Proyecto Cóndor los argentinos pusieron mano de obra técnica, los europeos la tecnología y los egipcios el dinero. De esta manera, la Argentina se quedaría con el conocimiento a través de la transferencia de tecnología, los egipcios tendrían finalmente sus misiles, y los europeos enormes ganancias.

La trama secreta detrás del Cóndor

Conociendo estos datos, la pregunta obligada que debemos hacernos cómo logró la firma Consen llevar adelante el negocio de proveer a los egipcios y conseguir los materiales necesarios â??sobre los que pesaban estrictas vigilancias internacionales- para la fabricación del cohete en la Argentina.

Y la respuesta es: creando una red de empresas subsidiarias para que consiguieran todo lo necesario. Distintos reportes de la época mencionan a SNIA-BPD, una subsidiaria de FIAT que aportó la tecnología del combustible sólido. Por su parte, la compañía francesa Sagem aportó el guiado del misil. Otras empresas que participaron son: Transtechnica, subsidiaria de MBB, la alemana MAN, Delta Consul, Ifat, Desintec, entre otras.

Con esta red de proveedores, el proyecto se dividía en dos etapas. La primera de ellas apuntaba a desarrollar la tecnología del combustible sólido y a construir un modelo de pruebas, que se denominó Cóndor I. En la segunda etapa se esperaba alcanzar un vehículo de dos etapas, dotados de mecanismos automatizados de control de navegación, con capacidad de llevar 500 kilos más allá de los 1000 kilómetros de altura.

El Cóndor en democracia

La planta de fabricación estaba casi terminada y el proyecto del cohete argentino se encontraba en un punto crucial para cuando llegó nuevamente la democracia. A comienzos de 1984, la Fuerza Aérea le informó al gobierno radical de la existencia del Cóndor y, sobre todo, de la necesidad de apoyarlo para poder seguir adelante.

Formalmente, los radicales conocieron el proyecto cuando Raúl Tomás, el entonces subsecretario para la Producción de la Defensa del gobierno, se reunió con el jefe de la Fuerza Aérea, brigadier Teodoro Waldner.

En un primer momento, los radicales decidieron apoyar el proyecto principalmente porque era una forma de mantener â??ocupadosâ?? a los aviadores y alejarlos de la entonces conflictividad política del Ejército y La Armada. Por otro lado, la continuidad del proyecto abría la posibilidad de exportar la tecnología, con lo cual se presentaba como una nueva forma de obtener fondos para el flaco presupuesto militar.

Sin embargo, curiosamente, el Brigadier Waldner no consideraba que el Cóndor fuera un tema prioritario para la fuerza que conducía. Como muchos otros integrantes de esa fuerza, él prefería que los fondos oficiales se destinaran a reponer y modernizar la flota de aviones de combate raleada tras la Guerra de Malvinas. Ellos hubieran preferido dar prioridad al proyecto de construcción del entrenador AI-63 Pampa.

Finalmente, los radicales dieron luz verde al Cóndor con fondos egipcios y el entonces presidente Raúl Alfonsín firmó en abril de 1985 el decreto secreto 604/85, mediante el cual Argentina acordaba entregar 44 motores Egipto.

De esta manera, Consen y Argentina continuaron buscando y obteniendo la tecnología que necesitaban para la construcción del Cóndor. Las restricciones post-Malvinas impuestas al país se sortearon con ingenio: las compras se concretaban a través de la red de empresas, o bien eran realizadas por entidades de investigación â??insospechadasâ??. Se consiguieron así componentes para los sistemas de guiado, elementos para la fabricación del combustible sólido, las partes para la cola basculante del misilâ?¦todo llegaba y el Cóndor avanzaba a paso firme.

En 1987, el sucesor de Waldner, el Brigadier Crespo, con motivo de su discurso por el 75° aniversario de la Fuerza Aérea, planteó al poder político que la Argentina debía decidirse si iba a convertirse o no en exportador de material bélico. Esto exacerbó los ánimos internacionales, ya que desde 1986, sobre todo Inglaterra e Israel habían comenzado a seguir de cerca lo que aquí se hacía.

A los ingleses les preocupaba que Argentina obtuviera un misil de largo alcance con el que podría alcanzar las islas Malvinas, e iniciar nuevamente un conflicto bélico. Por su parte, la preocupación de Israel era que, a través de Egipto, el misil llegara a manos de sus enemigos en Medio Oriente. Ambos países le transmitieron sus preocupaciones y lograron acaparar la atención de Estados Unidos.

Mientras los científicos y técnicos seguían trabajando en el Cóndor, los socios egipcios decidieron montar una jugada audaz y adquirieron componentes en Estados Unidos. En 1988, Fuad Algamal, un brigadier de la Fuerza Aérea de Egipto, llegó al país del norte con pasaporte diplomático para comprar todas las partes necesarias. Estos movimientos fueron monitoreados por agentes estadounidenses y, en el mes de junio, hubo una formal acusación a las empresas norteamericanas por transferencia ilegal de tecnología.

Este traspié egipcio cambió radicalmente el panorama e hizo que se desplomara la red de empresas subsidiarias italianas que abastecían a la Argentina. De hecho, en septiembre, FIAT debió emitir un comunicado negando haber tenido participación alguna en el proyecto Cóndor.

El advenimiento del final

En ese contexto, la presión ejercida por Estados Unidos siguió aumentando mientras que la firma alemana MBB decidió retirarse del negocio, según algunas fuentes, para evitar poner en riesgo su lucrativo papel en varios proyectos multilaterales que mantenía con la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).

Sumado esto, los Estados Unidos a través de distintos contactos oficiales (especialmente a través del entonces embajador Terence Todman) le hicieron saber a la Argentina que la existencia del proyecto Cóndor era un obstáculo para las buenas relaciones entre ambos países.

Del lado argentino, este argumento y las presiones estadounidenses no pasaron desapercibidos por los ministros Domingo Cavallo y Guido Di Tella, ambos funcionarios del gobierno menemista, quienes fueron los que más presionaron para abortar el proyecto.

En tanto, el Ministro de Defensa de la Nación, Erman González, repetía incansablemente en declaraciones públicas que el proyecto había sido paralizado por orden del presidente Menem.

Pese a la paralización del proyecto, los norteamericanos desconfiaban de la capacidad de los políticos locales de controlar lo que hacía la Fuerza Aérea, y siguieron aportando al doble juego: presionar por un lado y prometer ventajas económicas por el otro.

Para 1991, los norteamericanos consiguieron una autorización para enviar a un grupo de â??científicosâ?? a ls planta de Falda del Carmen y otras instalaciones militares argentinas. Tras la recorrida, la comitiva de expertos se retiró convencida que había más de lo que se les había mostrado y elaboraron un informe para el embajador Todman en el que se confirmaba la existencia en la fábrica de elementos para construir misiles de combustible sólido.

El contexto de la política de alineamiento incondicional del menemismo favoreció los sucesivos intentos de los estadounidenses de desarticular el proyecto. Incluso, más allá del anuncio argentino de adherir al Régimen de Control de Tecnología Misilística, Todman solicitó la voladura de la planta de Falda del Carmen.

Crónica de una muerte anunciada

Finalmente, se fijó la fecha de defunción del Cóndor el 28 de mayo de 1991. Ese día, el Ministro Erman González anunció públicamente el desmantelamiento del proyecto y el pase de todas las instalaciones y el personal a la flamante y recientemente creada Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE).

Con la muerte del Cóndor anunciada, aun hubo otra pelea más por sus despojos: los norteamericanos presionaban para que el misil y sus componentes fueran destruidos en Estados Unidos. Esto era algo inaceptable para los científicos, técnicos y aviadores argentinos que habían participado en el proyecto.

Finalmente, se debió llegar a un acuerdo: las partes serían destruidas en España, donde sería el destino definitivo del cohete argentino. Pero tampoco fue así. En una extraña operación, los restos del misil fueron llevados de España a Estados Unidos, donde realmente ocurrió su desmantelamiento.

Más allá de los motivos que le dieron vida, el Proyecto Cóndor fue un desarrollo argentino que aspiró a lograr independencia tecnológica en áreas clave para los intereses nacionales, como lo son la investigación, la defensa y la soberanía. También fue un proyecto que nos hubiera permitido incorporarnos temporalmente al pequeño conjunto de países con lanzadores espaciales.

Su continuidad, quizás, podría haberse logrado con ofrecer garantías de su uso pacífico, como ocurre en muchas otras áreas del desarrollo tecnológico argentino como son la energía nuclear y el enriquecimiento de Uranio. Quizás hubiese sido cuestión de inteligencia y también, por supuesto, de voluntad. Lo cierto es que el Cóndor murió porque lo dejamos morir.
cohete
soy nuevo en esto de taringa y le agradeceria mucho si me dejan algunos puntillos...ya de antemano le agradesco que allan visto el post..

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